sábado, 4 de julio de 2009

LA ORACION



Mateo 6: 9-13 Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.

Querida hermana:

¿Sabías que orando puedes cambiar el futuro de tu familia completa? Cómo mujer es necesario que sepas que tienes una herramienta en tus manos. Cuando oras con un corazón humillado delante de la Presencia de Dios, El inclina su oído y te escucha atentamente. Piensa, cuando un niño te habla, ¿te inclinas para escucharlo verdad? Le pones atención, sobre todo te miran con esa ternura infinita. A mi me dan deseos de abrazarlo, besarlo y acariciarlo. Así sucede cuando nos presentamos delante de nuestro amoroso Padre y le compartimos todas nuestras cosas.

Dios no nos pone reglas para orar. Cuando los discípulos le pidieron a Jesucristo que los enseñara a orar, no le preguntaron: enséñanos a predicar, enséñanos a sanar o enséñanos a echar fuera los demonios, le dijeron sencillamente: enséñanos a orar.

Los discípulos veían la gracia de Jesucristo cuando El oraba y querían imitarlos. Leemos en Mateo 6: 9-13 la oración del Padre nuestro, tan sencilla y una guía para nosotras. Jesucristo fue el único hijo de Israel que se atrevió a invocar a Dios, como llaman los niños pequeños a sus padres. Abbá que es un balbuceo cariñoso que traducido podría decirse papito o papá. Esa es la forma de acercarse a Dios, con confianza plena que nos escucha y nosotros como niñas podemos con toda libertad decirle papá, papito.

Jesucristo no nos manda a ponernos de rodilla, de cara al piso, con la cabeza o manos levantadas. La oración no tiene nada que ver con la postura que tengamos cuando nos dirijamos a El. Muchos hermanos se privan de hermosos momentos de comunión porque piensan que deben separar un momento para orar y tener una posición específica.

No digo que no sea bueno tener un tiempo y un espacio para Dios ya que El mismo nos los dice en Su Palabra, pero a veces las obligaciones diarias impiden tener esos ratos a solas con Dios. La oración debe ser de corazón y no importa si dura una hora, cinco horas o un minuto. Muchas veces las personas que oran varias horas al día hacen sentir culpable a las personas que oran mucho menos. Pero, no es la cantidad de tiempo que mira Dios, es la sinceridad con que salen esas palabras de nuestros labios.

No debes esperar a tener una crisis familiar para orar, o cuando pase una desgracia para correr ante la Presencia de Dios. ¡Qué triste se debe sentir Dios! Dime que no te causa tristeza cuando tus hijos llegan a tu lado solo por interés, cuánto más Dios que no escatimó ni a Su propio hijo por amor a la humanidad.

Mis hijos me dicen todos los días que me aman y me siento muy dichosa, pero cuando pasan varios días y no me dicen nada, me entristezco, es inevitable. Yo pienso lo mismo debe sucederle a Dios, cuando me demoro en darle mis caricias diarias porque El desea nuestras Palabras amorosas y alabanzas de adoración y de gratitúd, son como perfume agradable en Su Presencia. La oración siempre es valiosa para Dios, y no importasi es por la mañana, la tarde o por la noche. Yo por mis obligaciones diarias, a veces oro por la mañana, otras en la tarde y otras en la noche. A veces me levanto de madrugada y oro por unos minutos bien intensamente y le pido a Dios me de fuerzas para poder soportar la rutina diaria o bien sólo le doy las gracias por un día más de vida.

Empieza por ti misma, pide a Dios te dé sabiduría para manejar tu hogar, que te ayude a ser una buena madre, una buena esposa, una mujer de Dios que sea ejemplo para sus hijos. Yo pido en abundancia, no hay pecado en pedir. Yo pido a Dios que me ayude en la cocina, que me de gracia en hacer el aseo, que me ayude en el planchado. Son detalles que a veces no nos agrada hacer y que pueden provocar roces en el matrimonio. Y por supuesto le pido para que me llene de su gracia en mi servicio a El.

Pido por mi esposo, para que Dios le ayude en su trabajo, para que no caiga en tentación, para que sea el esposo que Dios quiere que sea. Le pido por mi esposo, no para que me dé algo, sino por lo que es en Cristo.

Pido a Dios por mis hijos, para que Dios los proteja de accidentes, de peligros en las calles, que le ponga las personas apropiadas en su vida para que los ayuden etc. Pido a Dios por mis amistades, por mis familiares, y por todas las cosas que Dios ponga en mi mente.

Podemos hacer oraciones cortas y sinceras por cada petición en el transcurso del día. Por la mañana generalmente le pido a Dios me ayude a vivir llena de su gracia. Debemos orar por nosotras como mujeres, ser un poquito egoístas y empezar por la casa, es decir tu misma. Está comprobado y estoy segura que me dirás que sí, que cuando las mujeres andamos contentas en la casa,todo funciona mejor. Independiente de los problemas, si la mujer anda en comunión con Dios, su paz recaerá sobre los hijos primeramente y ellos sentirán una seguridad grande en sus vidas.

Jesucristo está disponible todo el tiempo para nosotras, no tenemos que hacer citas, no tenemos que esperar semanas para que nos reciba, es ahora, en este mismo instante en que lees que te dice:

Hija mía, aquí estoy con mi oído inclinado. No pienses ni siquiera por un segundo que Dios no valora tus oraciones. Eres importante para Dios y nunca digas que no te escucha. El nos ama, y desea manifestarse a tu vida. En la medida que empieces a orar, empezarás a notar grandes cambios si tan solo oras con la seguridad que tus peticiones son escuchadas.

Si tus oraciones no son respondidas al momento, espera con alegría y gratitud que nuestro Padre responderá en el tiempo justo, y a veces hasta los “no” de Dios son para nuestro beneficio. No te desesperes, todo llega a su tiempo. Haz lo que hago yo, puede ser gracioso, pero cuando no tengo deseos de orar, me pincho la piel y me digo: “carne, a orar, que Dios nos espera”.

La oración, y la regla de oro

Mateo 7:7-12 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.

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